miércoles, 7 de enero de 2009

Investigan riesgos de las nanotecnología

Por: Agencias
Madrid, España






Cremas con filtro solar que incluyen dióxido de titanio o pasta de dientes reforzada con hidroxiapatita; a diario utilizamos decenas de productos que contienen nanopartículas. Nadie duda del potencial de la nanotecnología y de los grandes beneficios que proporcionará su desarrollo en el siglo XXI, debido a las propiedades físicas y químicas que adquieren los materiales a escala nanométrica (un nanómetro es la milmillonésima parte de un metro). Sin embargo, en los últimos meses se han publicado numerosas historias en la prensa que alertan también de los posibles efectos de esta revolución en la salud y el medio ambiente.

Actualmente, existen escasos estudios científicos sobre los posibles riesgos de la nanotecnología. Entre otras razones, es una cuestión de números. Mientras que Estados Unidos invierte 4 mil 500 millones de dólares en investigación nano, sólo el 5% por ciento de esos fondos están destinados a evaluar sus riesgos. En Europa, la inversión total alcanza los 600 millones de euros al año, y la investigación de posibles efectos, hasta ahora, ha sido sólo de 24 millones al año.

Para empezar a encontrar respuestas sobre el reto ambiental de la nueva revolución tecnológica, cuatro universidades estadounidenses acaban de iniciar un proyecto pionero, el Centro de Implicaciones Ambientales de la Nanotecnología (CEINT, por sus siglas en inglés). Una de sus labores consistirá en crear ecosistemas de laboratorio en los que se investigará el comportamiento de organismos y ecosistemas ante los nanomateriales.

Primeras conclusiones

Europa ha empezado también a investigar en el mismo camino. En el Instituto Federal Suizo para la Ciencia y Tecnologías del Agua (Eawag), el biólogo español Enrique Navarro, recientemente incorporado al CSIC, participó en diversos trabajos que analizaron las propiedades de las nanopartículas de plata. Estas se utilizan en multitud de productos como ropa o calzado, pinturas, lavadoras, detergentes y hasta ceras para coches, debido a sus propiedades bactericidas.

“Esas propiedades para matar o detener el crecimiento de los microorganismos nos permiten, al tiempo, medir y valorar sus efectos en el medio ambiente”, explica Navarro. Así, los científicos –cuyas investigaciones han sido publicadas en Environmental Science and Technology, una de las revistas punteras en el ámbito de las ciencias ambientales– han constatado que la toxicidad de las nanopartículas de plata procede tanto de su tamañobvcomo de su capacidad para liberar iones de plata, muy tóxicos para los organismos. Asimismo, han observado que su interacción con los organismos (en este caso, algas) puede incrementar la liberación de estos iones. Ahora, la cuestión es saber qué cantidad de ellos llegará al medio ambiente, y como se comportarán una vez que se liberen.

En otro reciente artículo publicado en Ecotoxicology, este mismo equipo ha analizado los trabajos anteriormente publicados sobre plantas, algas y hongos, y ha llegado a la conclusión de que las nanopartículas pueden llegar a influir en el medio ambiente y alterarlo. Sin embargo, reconocen que la falta actual de estudios no permite, por el momento, extrapolar los resultados obtenidos en laboratorio a nivel del ecosistema, ni tampoco prever los efectos de los nanomateriales en el medio ambiente a largo plazo.

Navarro lo explica así: “Primero será necesario saber en qué cantidades y a qué medio (terrestre, aéreo, acuático) llegarán los nanomateriales, y cómo se comportarán. Luego habría que conocer sus efectos a corto y largo plazo en algunas especies representativas de cada ecosistema; harían falta modelos que permitan extrapolar esos estudios y ver cómo se ven alteradas ciertas funciones del mismo”. Son “demasiadas incertidumbres”, explica el científico. “Lo único seguro es que estos materiales llegarán al medio ambiente, y que pueden interaccionar con los organismos. Su impacto dependerá en gran medida del conocimiento que tengamos de ellos”.

La misma preocupación ha entrado ya en la agenda política. Informes de Naciones Unidas, la Royal Society británica y la Unión Europea ponen de manifiesto la necesidad de profundizar en las investigaciones medioambientales sobre los riesgos de lo nano. “Un problema general es que no es posible anticipar todos los contextos de uso y todas las posibles vías de liberar nanopartículas. El ejemplo del CFC [cuya fabricación fue prohibida por el Protocolo de Montreal porque destruye la capa de ozono] ha demostrado que las cadenas de reacción pueden ser muy complejas”, indica el estudio del Parlamento Europeo El papel de la nanotecnología en la sustitución química. Los asesores científicos del Parlamento añaden que “la investigación en toxicidad debe acompañar el desarrollo de la nanotecnología. Pero también debe haber una supervisión del empleo de este tipo de productos”.

La incertidumbre conlleva, asimismo, un reto: regular legalmente el uso de los nanomateriales. La propia Comisión Europea, en una comunicación emitida este verano (Aspectos reglamentarios de los nanomateriales), admite que la aplicación de la legislación en este ámbito “debe perfeccionarse” a medida que se reduzca el “déficit de conocimientos” sobre sus riesgos.

Anillos o collares

Navarro añade que incluso “en algunos países las legislaciones asimilan estos compuestos al material del que están hechos. Eso nos llevaría, por ejemplo, a tratar las nanopartículas de plata como un anillo o un collar”. Para el experto, se trata de un enfoque insuficiente, ya que a pesar de compartir la composición, al tener una escala microscópica, estos materiales manifiestan propiedades hasta ahora desconocidas que hacen, además, que los ensayos toxicológicos habituales puedan resultar inadecuados. “Por eso es urgente una reglamentación específica”, asegura el científico.

El reto, por tanto, es de enormes proporciones. ¿Hacia dónde hay que encaminar los esfuerzos de la investigación? Este científico lo tiene claro. Cree que primero hay que invertir en investigación básica que permita desentrañar los mecanismos de toxicidad de estos materiales. También cree que hay que desarrollar ensayos “apropiados”, que permitan valorar la toxicidad y sus riesgos ambientales. Por último, piensa que hay que desarrollar “de forma simultánea y urgente”una reglamentación que considere las propiedades especiales de los nanomateriales, permita el desarrollo tecnológico y, al tiempo, limite al máximo sus efectos negativos. “No será una tarea fácil”, concluye.

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