lunes, 8 de diciembre de 2008

El martirio de los peregrinos

SANTA CATARINA JUQUILA.- Las piernas temblequean. Las llagas en las plantas de los pies aún supuran. Las uñas de los pies están a punto de desprenderse. La garganta esta seca como teja y los huesos se han descoyuntado de tanto caminar. El cuerpo está a punto de desfallecer pero su inquebrantable fe los mantiene en pié.


PEDRO MATIAS/Enviado



Apenas se observa el Santuario de la Virgen de Juquila, el corazón se agita, está al borde colapso por las aceleradas palpitaciones, mientras, los ojos, preñados de lágrimas, se desbordan. El sacrificio valió la pena.

Ya postrados en su templo, ante la imagen venerada, los miles de peregrinos que llegaron al Santuario Mariano a pié, de rodillas, en caravanas ciclistas y en procesiones, milagrosamente perciben la sanación de todos sus males.

A decir, del arzobispo José Luis Chávez Botello, en las fiestas de la Virgen no vemos a millonarios o gente que tiene cargos importantes, lo que se ve es un pueblo hambriento de justicia, de unidad y de honestidad.

El templo de Santa Catarina Juquila, el cual se construyó en los Siglos XVIII y XIX con cierto estilo neoclásico abarrocado, es insuficiente para albergar a miles de peregrinos que recorrieron cientos de kilómetros y sufrieron ciertas inclemencias para venerar a la Virgen María, en éste su día.

La íntima comunicación entre la feligresía católica con Dios por medio de la Inmaculada Concepción de la Virgen María, desborda alegría, llanto y un sentimiento inexplicable de júbilo.

Los fieles procedentes de todos los rincones de Oaxaca, Veracruz, Puebla, Guerrero, Chiapas, el Distrito Federal y el estado de México, a través de dolorosas penitencias, sacrificios y peregrinaciones, manifiestan su fe y devoción a la Santa imagen Mariana con oraciones, rezos y acciones caritativas.

En la agreste Sierra Sur de Oaxaca donde se asienta el Santuario de la Virgen de Juquila, también se encuentra el centro religioso denominado "El Pedimento", el cual debería cambiar de nombre y llamarse espacio de la gratitud.

Y es que el cerro donde se encuentra "El Pedimento" hay más cruces que en un camposanto y todas ellas como mensajes de agradecimiento por los milagros concedidos.

Aunque el Santuario de Juquila es visitado todo el año, las peregrinaciones masivas inician en noviembre y concluyen en enero, situación que lo ubica entre los 10 centros religiosos más importantes del país.

En México, los santuarios que representan la oferta religiosa más importante del país son: la Basílica de Guadalupe -principal santuario de América Latina-, el de San Juan de los Lagos en Jalisco; Cristo Rey, en Guanajuato; el Santo Niño de Atocha en Zacatecas, la Virgen de Zapopan, en Jalisco, y la Virgen de Juquila, en Oaxaca.

Según documentos históricos, durante el siglo XVIII, Fray Jordán de Santa Catalina donó la imagen de la Virgen de aproximadamente 30 centímetros de altura a un indígena natural de Amialtepec.

Sin embargo, el cura de aquel lugar, Jacinto Escudero, convenció al propietario para trasladar a la Virgen, desde el jacal donde el indígena vivía, al templo del lugar, con lo que la devoción aumentó.

Fue en 1633, cuando un incendio consumió el templo donde se encontraba la imagen religiosa, sin embargo, la pequeña escultura de la Virgen fue hallada intacta, aunque ligeramente ahumada, razón por la que desde 1719 fue trasladada a Santa Catarina Juquila y, desde entonces, la fe aumentó.

Cada ocho de diciembre, la fiesta inicia con la misa de gallo, que se celebra a la medianoche, las mañanitas a las cinco de la mañana, misas cada hora y quema de juegos pirotécnicos, así como bailes populares.


SINTONIA CON DIOS

Despojados de inmundicias humanas, los fieles católicos aquí llegan caminando, en bicicleta, en camionetas, en autobuses y hasta en traileres.

A la romería llegan familias enteras o contingentes de 30, 50, mil o hasta cinco mil peregrinos entre antorchistas, ciclistas y personas que hacen el recorrido a pie o en unidades de motor como el de Huixcolotla, de Iztapalapa, Nezahualcoyotl o Izcallí del Valle.

El viernes 28 de noviembre a las 18:00 horas, partió una caravana de peregrinos del rancho de la familia Villanueva Hernández, en Xoxocotlán, al Santuario de la Virgen de Juquila.

Con su fe a cuestas, iniciaron su peregrinar a pié. Después de nueve horas de camino y pasar por Zaachila, La Cienega, Zimatlán y San Pablo Huixtepec, se llegó a Santa Ana, donde se pernoctó.

Del ruido de los vehículos y de las porras de los conductores se pasó al concierto de los ladridos de perros o al de los grillos (pero no de los políticos que desafinan), mientras, los ciclistas como luciérnagas recorrían la serpenteada carretera.

El segundo día, conforme se internaba uno en la montaña, quedaban al descubierto los daños ocasionados a los recursos naturales por una supuesta sociedad "civilizada" y los cuidados que la población rural toma para custodiar la naturaleza.

La "Y" griega que conforman los ríos Atoyac, brutalmente contaminado, y el río Serrano, insultantemente cristalino, es el contrataste de dos sociedades, la civilizada que carece de una cultura ambiental y destruye lo que tiene a su paso y, la rural, que con su sapiencia ancestral, cuida y está en sintonía con sus recursos naturales.

Ahí, en El Vado, se pernoctó. Al clarear el alba, el peregrinar continuó. Subir el cerro del Obispo significó un gran esfuerzo para unos y para otros lo fue el descender. Comenzaron a sentirse los estragos de la caminata. No faltó, en ningún instante el buen samaritano que ofrecía el café, la naranja, la mandarina, una pasilla para el dolor o la inyección para que el efecto sea inmediato y no se rezagara en la caminata.

Es a partir de ahí cuando se comienza uno a dar cuenta de la importancia de cada una de tus extremidades de tu cuerpo, de lo importante que es tu salud, del valor que tiene una cama, un alimento caliente y un techo.

Todo fue perfecto. Las condiciones climáticas fueron benévolas y la familia Villanueva Hernández previsora en todo, aliviaron en cada momento este encuentro interno y de fe.

Ya para llegar a Sola de Vega, algunos corrían y otros, no podían dar paso por el dolor. Hubo un descanso, posteriormente habría que continuar para llegar al cerro de las Calaveras, donde se pernoctó.

Andrés Villanueva y su esposa Nallely Castellanos, como buenos anfitriones, facilitaron todo a los peregrinos. Había comida, agua caliente para bañarse y un lugar donde dormir sin preocupación alguna.

A decir, de don Marcos Villanueva y de su esposa Asunción Hernández de la Yera, venía la etapa más larga pero una de las más reconfortantes. De las Calaveras había que subir la montaña acompañados de un concierto de loros y aves canoras.

Hubo un alto en el "Pocito de la preñada" donde las mujeres infértiles o con problemas toman agua para salir embarazadas. Luego se empieza a descender hasta llegar al "Pocito de la Virgen" donde la gente toma sus alimentos.

Posteriormente, el peregrinar se continúa por las riberas del río Ladrón. Hay un tramo que se camina por carretera y después desciende uno al río donde Armando López procedió a curar de susto a uno de los caminantes.

Después de un descanso y un baño de agua fría para despojarse del cansancio, se continúa la travesía. Algunos peregrinos que durante años han recorrido este camino, hicieron siete horas para llegar a Juchatengo. Otros, los que por primera vez realizan esta peregrinación a pie, caminaron 13 horas.

Ahí, las manos prodigiosas de Armando López, ayudan a mermar el cansancio de algunos peregrinos.

Al siguiente día, para continuar con el itinerario, hubo necesidad de una inyección aplicada por el señor Arturo, al que nombraron, el doctor simi, porque llevaba todo un botiquín.

Anahí e Isela interrumpieron su camino. La primera porque le salieron ampollas sobre ampollas, las cuales le fueron cosidas y la uña del pie estaba a punto de desprenderse. La segunda, el cansancio la venció.

Después de caminar por las riberas del rió Juchatengo, se comenzó a subir y se hizo un alto en la piedra de los compadres y en la de los novios, donde los peregrinos piden pareja.

Durante el trayecto se observa a gente de avanzada edad, gente humilde, indígena y jóvenes con un caminar descompuesto por lo sinuoso del camino pero su fe los fortalece.

Nunca falta una palmada de aliento, una sonrisa, un compartir, un apoyo, o el desprendimiento de lo poco que llevan. Es aquí donde se comprueba cómo se multiplica el pan entre los semejantes.

Lo más doloroso, fue llegar a Santa María Yolotepec y comprobar la miseria en la que vive la mayor parte de la población. Pese al frío, los niños andan descalzos y con ropa totalmente desgarrada. La peregrinación de Iztapalapa regaló dulces y ropa. Fueron los reyes anticipados. Los niños no cabían de felicidad.

Niños de cinco a 10 años, venden bolsas de palma en cinco, 10, 20 y 30 pesos, las mujeres venden agua en cinco pesos. Esta es la única temporada que tienen algunos ingresos monetarios, el resto del año, buscan la forma de sobrevivir.

El último tramo, después de cinco noches, salió la peregrinación a Juquila. Al llegar al Pedimento, como un milagro, desaparecieron todos las molestias musculares, y a las dos de la tarde, se llegó al templo de la Virgen. Ya no había cansancio, ni dolor, ni angustia. Todo era felicidad porque la promesa fue cumplida.

Para redondear esta bendición, se realizó una misa oaxaqueña con música de banda y los peregrinos, con un jarabe, tiraron dulces y fruta.

Al retornar, todos estábamos agradecidos con todos por tanta bondad y amor a sus semejantes.

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